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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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31-10-2017

 

HOENIR SARTHOU, EL HOLOCAUSTO Y LA LIBERTAD

SURda

Notas

Marcelo Marchese

 

"Si por creernos democráticos prohibimos la expresión de ideas de fascistas y negacionistas, dejamos de ser democráticos para convertirnos de hecho en fascistas, o al menos, en gentes contrarias a la libertad de expresión, algo que caracteriza bien de bien a los fascistas".

 

La semana pasada Hoenir Sarthou recibió una andanada de ataques por dos intervenciones. La primera, por participar en un cabildo abierto organizado por eventuales fascistas; la segunda, por defender en una radio la libertad de expresión como manera más eficiente de combatir el fascismo.

Ya que Hoenir escribió un contundente artículo acerca del primer ataque (1), no ahondaremos en él y diremos que acusarlo de  lo que sea  porque  lo que sea lo invite a expresarse, sería lo mismo que tratar a Uypress de marchesista porque publica mis artículos, o a mí de uypressista por escribirlos. Estos peregrinos y maniqueos ataques tienen su explicación ante el creciente número de desencantados con el FA, así como por el número creciente de aquellos que sospechan que algo huele mal en la agenda de derechos. Como Hoenir ha sido la cara más visible de esa posición crítica, aprovechan lo que creen una debilidad para darle con todo y en resumen, Hoenir paga tributo a los seguidores que tienen sus columnas en Voces y sus intervenciones en la mesa de los lunes.

La segunda vertiente de ataques está relacionada con las pintadas negando el genocidio judío en el  Memorial del Holocausto . Su posición, en el programa  En perspectiva , fue por un lado condenar que se grafiteé un monumento y por el otro defender el derecho a expresarse, en los ámbitos adecuados, para todos aquellos que creen pertinente poner en cuestión el hecho histórico que fuese.

Esta elemental defensa de la libertad de expresión generó polvareda, acerbas recriminaciones en redes virtuales y artículos varios y a modo de ejemplo de la postura más extrema, en el mismo programa radial, Casilda Echevarría interpretó su postura como que  "estaba del lado de los nazis" .

Veamos más de cerca qué cosas están en juego aquí, advirtiendo que la idea de progreso que se nos ha impuesto nos lleva a pensar que las libertades que disfrutamos fueron conquistadas de una vez y para siempre, cuando lo cierto es que las libertades que conquistamos podemos perderlas  progresivamente,  pues su existencia depende del respaldo que tengan en nuestra sociedad.

La libertad de expresión puede tener límites, como impedir el impune ataque al honor de una persona o el llamado a cometer un crimen, pero salvo extremos de ese tenor, y cuando hablamos de ideas, no puede tener límites si en verdad apostamos a la inteligencia de la humanidad, esto es, a la democracia. A las gentes de Occidente les ha parecido, y lo han demostrado haciendo rodar unas cuantas cabezas, pues así fueron los hechos, que ningún monarca ni déspota ilustrado puede regir nuestros destinos y por ello hemos decidido que tenemos la capacidad de gobernarnos, o al menos eso es lo que pregonamos y de eso alardeamos cada vez que nos comparamos con el Oriente bárbaro.

La noción que llevó a esta postura es la siguiente: una idea acertada, una verdad, aunque al principio choque con todos los poderes de la tierra, tarde o temprano labra su propio camino. Tal es la fe en la fuerza de una verdad y por lo tanto, quienes abrazamos esta postura, lógicamente establecimos que lo más razonable es dejar las ideas expresarse y como resultado de la confrontación, aquellas que sean perjudiciales para la humanidad serán dejadas de lado. Bastante le hemos errado al camino como para ponernos todavía a limitar la imaginación. Ahora bien, para que la inteligencia rechace una idea, necesariamente debe primero analizarla. Si nos oponemos a analizar una idea, someterla a crítica, jamás podremos confiar en que la hayamos rechazado efectivamente.

Estas son cuestiones elementales, pero no parecen tan elementales en los tiempos que corren. Asistimos al lento fortalecimiento de los neofascismos en Europa, asociado a la crisis que allí se vive. La pregunta que uno se hace es si la manera en que se combate al fascismo no coadyuva a su desarrollo. Una cosa es castigar que se grafiteé un monumento y una cosa muy diferente es condenar, como se ha condenado con prisión, a un historiador que argumente que no hubo una deliberada política nazi de eliminación de judíos (2).

La democracia, y el combate al fascismo, tiene al menos tres razones por las cuales debe permitir que los fascistas (y los negacionistas del genocidio judío que no necesariamente sean fascistas) expresen sus ideas. Primero, porque lo grave es que ciertas ideas medren de forma subterránea. Si se expresan, se da libre impulso a una energía que de otra manera puede explotar quién sabe cómo y además, si se expresan pueden ser debatidas y rebatidas, la forma más segura de rechazar una idea perversa. Si se reprimen, si se reprime la expresión de una idea, se le agrega una aureola de verdad, pues ¿qué sentido tiene prohibir una idea que no resiste al asalto de la inteligencia? Además, al reprimirla, se la sitúa como alternativa de lo existente cuando lo existente vive una grave crisis. Al reprimirla se inclina parte de la energía positiva del descontento a la realidad canalizándola a favor del objeto reprimido.

La segunda y fundamental razón por la cual no debe reprimirse una idea, es que confiamos en las ventajas de la confrontación de ideas, uno de los fundamentos de nuestra forma de vida. Creemos que el régimen democrático es el mejor régimen político y eso exige como condición  sine qua non  la libertad de expresión. Si por creernos democráticos prohibimos la expresión de ideas de fascistas y negacionistas, dejamos de ser democráticos para convertirnos de hecho en fascistas, o al menos, en gentes contrarias a la libertad de expresión, algo que caracteriza bien de bien a los fascistas. Los fascismos pueden haber sido derrotados sólo como una manera más eficiente de hacerlos triunfar. No nacieron de la nada y las fuerzas subterráneas que los generaron siguen latentes, pues fueron resultado de la crisis europea de entre guerras y de una corriente intelectual que no fue desterrada y que mucho tiene que ver con una concepción que permitió alegremente el genocidio de los aborígenes americanos, la trata de esclavos y la dominación colonial de África, Asia y Oceanía basándose en la superioridad del hombre blanco.

La tercera razón para no impedir la expresión de una idea tiene que ver con la cabal comprensión del hecho histórico, y eso sólo es posible, por ejemplo, si dejamos expresarse al negacionista de un genocidio perpetrado por un Estado. Con su postura, y con el análisis crítico de esa postura, se agrega luz sobre el problema analizado al convertirse su justificación en una faceta más del hecho. El genocidio de los aborígenes americanos tiene sus negacionistas y sus justificadores, quienes aseveran que sin la conquista de América no tendríamos celulares ni vacunas. La conquista de América fue un hecho fundamental en la acumulación de riquezas que llevarían al triunfo del capitalismo. Su justificación integra el capitalismo y el análisis crítico de esa justificación nos permite entender mejor la lógica de este sistema.

Se podrá argüir que ciertas investigaciones históricas no tienen sentido cuando nos encontramos frente a temas saldados, sin embargo, pruebas al canto, no están saldados en tanto alguien quiere debatirlos. Que la comunidad científica sea virtualmente unánime, tampoco amerita para prohibir una investigación, pues más de una vez la virtual unanimidad de los sabios tropezó con la piedra de la verdad indiscutida para partirse la boca y si algo caracteriza a la investigación histórica, es el hecho de cambiar constantemente la visión de un pasado siempre en movimiento.

Uno apoya la mejilla contra el puño, como el ángel de  La melancolía  de Durero, cuando piensa que por defender lo contrario al nazismo, Hoenir fue acusado de estar del lado de los nazis y uno sigue con el puño sosteniendo la mejilla cuando piensa que si ese tipo de razonamientos triunfa, se prohibirá discutir sobre las verdades establecidas de una vez y para siempre y se prohibirán los chistes  discriminatorios  y los piropos y así una cosa tras otra, al tiempo que se nos colocará un microchip debajo de la piel antes de convertirnos definitivamente en una pieza de una máquina nefasta. Claro, depende de nosotros, el futuro no tiene por qué ser un pozo negro abominable, pero cuando uno escucha ciertas cosas se siente inclinado, ora a recostar su mejilla contra el puño, ora a escribir para defender derechos elementales, pues la inteligencia se resiste a que le pongan por encima una losa de mármol. Por otra parte, y parafraseando a un maestro,  "no es buena cosa tenerle miedo a una idea y ocultarla. Denota flaqueza"  (3) .

 

(1) BRECHA y la izquierda cosmética  http://semanariovoces.com/brecha-la-izquierda-cosmetica-hoenir-sarthou/

(2) David Irving fue acusado de " trivializar, minimizar y negar el Holocausto"  y condenado a tres años de cárcel en Austria, de los cuales cumplió unoEn Austria y Alemania es un delito negar el genocidio judío.

(3)  Francisco Berra, la historia prohibida.  Guillermo Vázquez Franco. El mendrugo, editor. En este libro el autor reivindica el  Bosquejo histórico  de Berra, crítico de la historia oficial uruguaya y prohibido en las escuelas por la dictadura de Santos.

Fuente: www.uypress.ne

 

 


 
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